miércoles, 20 de septiembre de 2017

Fin de semana por tierras toledanas.

El verano ya está llegando a su fin, o al menos lo que entendemos por verano astronómico, y no quería despedirme de él, sin antes disfrutar de un buen fin de semana en moto y en compañía de buenos amigos, así que me puse manos a la obra.
Lo primero, decidir dónde pasar ese fin de semana; lo segundo, encontrar amigos dispuestos a pasarlo bien y tercero, diseñar esas 48 horas que íbamos a tener por delante.
La primera interrogante se responde con el nombre de Toledo, son muchas las facetas que hacen de Toledo una ciudad absolutamente especial, genuina, radicalmente distinta a la mayoría y que le confieren un encanto capaz de enamorar a quien la conoce y de seducir a quien la visita; los amigos: Rafa, que a lomos de su FZ6 se vino desde la mismísima Málaga, Goyo y Esther, desde Valladolid en una GS1200 ,y Pablo y Espe, desde Madrid con su RT1200.
La tercera interrogante es la que puedes descubrir si decides seguir leyendo estas líneas...



Viernes 15 de septiembre.
Desde nuestros distintos puntos de origen nos habíamos citado en el Hotel Carlos V, un tres estrellas con una ubicación inmejorable para visitar la ciudad de Toledo. Este hotel no dispone de parking propio, pero sí de dos parking concertados a tan solo 200 metros, junto al Alcázar, y al precio de 14€ el día, tanto motos como coches, así que cualquier parking público de motos puede servir; todos los días aparcamos junto al hotel sin ningún problema.

Entrada a Toledo por A-42
Para visitar Toledo, la primera tarde te recomiendo que te dejes perder sin rubo fijo por sus callejuelas y rincones, no hay nada mejor para tomar el pulso a la ciudad, después ya será la hora de coger el plano o contratar los servicios de algún guía.
Pero nosotros el sábado salíamos de la ciudad, así que no nos quedaba más remedio que realizar una visita un tanto "programada", un paseo de unos tres kilómetros para intentar ver lo que considero esencial de esta bella ciudad.
https://goo.gl/maps/AJAeboifXMq
El recorrido lo empezamos en la Plaza de Zocodover, nombre que proviene de zuq ab- dawabb, palabra Árabe que significa mercado de bestias de carga, y que nos indica cuál debió de ser el uso de la plaza allá por el año 711, cuando los musulmanes llegaron a Toledo. Después esta plaza también fue utilizada como lugar de festejos, celebración de autos de fe por parte de la inquisición, desarrollo de festejos taurinos, más recientemente usada como lugar del mercado semanal, el conocido "martes" y en la actualidad sitio de descanso para los toledanos y lugar de inicio de muchas rutas turísticas por la ciudad.
Plaza de Zocodover.
Junto a la plaza nos encontramos el Arco de la Sangre (Siglo X) antiguamente conocido como Puerta de los Caballos, ya que era el único acceso de la época a la muralla interior. El nombre se debe a que en su parte superior se encuentra la capilla de la cofradía  de la Preciosa Sangre de Cristo, congregación que asistía a las personas que iban a ser ejecutadas.
Descendiendo por la calle Armas, como si fuésemos a abandonar la ciudad, nos encontramos con El Miradero, lugar que nos ofrece unas espectaculares vistas sobre la vega del Tajo y los arrabales de Toledo, y sitio donde podrás estacionar la moto si tu estancia en Toledo es de un sólo día, o el hotel elegido está en las proximidades.
Vistas desde el Miradero.
Descendemos un poco y atravesamos la Puerta del Sol, puerta que da acceso a la ciudad por la única parte del peñasco toledano no rodeado por el río Tajo, lo que convertía a este acceso en el más vulnerable de todos.
Mezquita del Cristo de la Luz.

Solo tenemos que ascender por unas pequeñas escaleras y nos encontramos delante de la que fue la Mezquita del Cristo de la Luz, este pequeño lugar junto con la mezquita de Córdoba constituye el más importante monumento del arte musulmán y mudéjar en España.
En el suelo, frente a la puerta de la Mezquita, se encuentra una baldosa de color blanco, donde la leyenda dice que en el año 1085, cuando Alfonso VI entró en la ciudad de Toledo, su caballo se arrodilló negándose a avanzar, y allí en la mezquita, tras la grieta de un muro, los ojos de Alfonso VI pudieron contemplar como la luz eterna de un candil iluminaba un crucifijo, el "Cristo de la Luz", nombre con el que, a partir de entonces, se conocería ya a la bella mezquita.

Virgen de Alfileritos.
Desde aquí subimos por la Calle Cristo de la Luz y desembocamos en la Calle Alfileritos, a nuestra izquierda podemos observar una pequeña imagen de una Virgen pintada en un lienzo e incrustada en una hornacina protegida por una reja y un cristal, la Virgen de los Alfileritosdebido a que en la actualidad, por unos diminutos agujeros situados en el cristal, arrojan alfileres las mujeres que desean ventura amorosa. ¿Pero cuál es el por qué de esta costumbre? Cuenta la leyenda que en el Siglo XVI, dos amantes toledanos se vieron obligados a separase a causa de las guerras, ella, doña Sol, una dama relevante de la ciudad y él, don García de Ocaña, un apuesto capitán de las tropas de Carlos V. Todas los días la dama, junto a su criada, acudía a la Virgen a rezar por el pronto regreso de su amado hasta altas horas de la noche, por lo que le pedía a ésta que si le vencía el sueño, la despertara clavándole un alfiler que luego depositaba en la hornacina. El tiempo transcurrió aumentando el número de alfileres depositados junto a la virgen, hasta que finalmente el capitán regresó sano y salvo.
Puerta del Cambrón.

Continuamos por calles, rincones y recovecos llenos de historia y de leyendas, Toledo no para de mostrar sus secretos y magia a través de los detalles de sus calles, como las portadas graníticas con los blasones ilustrativos de un ayer esplendoroso.
Llegamos hasta la Puerta del Cambrón, la que fue conocida como la puerta de los judíos, ya que a través de ella se accedía a la judería de Toledo.
Su nombre actual se debe a unas especies de cardos, que crecían en las inmediaciones de forma espontánea, las cambroneras.

La noche va cambiando el color de la ciudad, y a escasos metros nos encontramos con el espectacular Monasterio de San Juan de los Reyes, construido por los Reyes Católicos, en acción de gracias por la victoria de la batalla de Toro (1476). Llaman la atención las cadenas colgadas en los muros exteriores de la iglesia. Corresponden a los cautivos liberados en la larga campaña de Granada y se colgaron en 1494, como ex-voto y símbolo del triunfo de la fe cristiana.
Monasterio de San Juan de los Reyes.
Judería de Toledo.
A unos cien metros nos encontramos con la Sinagoga de Santa María la Blanca, construida en el Siglo XII para cumplir las funciones de culto judío, pero con una clara decoración de estilo mudéjar, lo que te hace pensar que estás en una mezquita, ya que los arquitectos y artesanos que la construyeron fueron traídos desde Córdoba.
En unos metros más adelante llegamos a la Sinagoga del Tránsito, actualmente Museo Sefardí. Es la mejor conservada de las 6 sinagogas que aún perduran en la Península Ibérica.


Vistas desde la Plaza del Padre Juan Mariana.
Callejeando por la calle Samuel Leví, llegamos hasta la Iglesia de Santo Tomé, construida tras la reconquista de la ciudad por Alfonso VI en 1085. La importancia de este lugar se debe a que en 1586 el párroco de la iglesia encomendó a un pintor de la ciudad, Doménikos Theotokópoulos, más conocido por el nombre de El Greco, la representación del milagro acaecido durante el entierro del señor de Orgaz.
Salimos del barrio de la judería y nos trasladamos por la calle Alfonso XII hasta la Iglesia de los Jesuitas, el segundo templo católico más grande de la ciudad y ejemplo único del barroco en Toledo. Merece la pena visitar no solo el interior de esta iglesia, sino también animarse a subir a sus dos torres. Desde allí podremos ver a nuestros pies parte de la ciudad, incluyendo entre otros edificios el imponente alcázar y la catedral.
Pero recordar, hasta el 30 de septiembre el horario de apertura es hasta las 18,45 horas.

Si llegáis hasta esta iglesia caída la noche, al menos os quedará el consuelo de poder ver desde la Plaza del Padre Juan Mariana una espectacular torre de la catedral iluminada.



Callejón del Nuncio Viejo.


Bordeando por el lado derecho esta plaza, según se mira a la torre de la Catedral, os adentraréis en el Callejón del Nuncio Viejo, quizás la calle más estrecha de todo Toledo.

Tras llegar a su fin, giraremos a la derecha hasta llegar a la calle Hombre de Palo, donde y sin entrar en ella, descenderemos hasta tener una visión lo más buena posible de uno de los iconos de la ciudad, la Catedral Primada de España.

Aquí finalizamos la ruta cultural y nos adentramos en una ruta gastronómica por alguno de los muchos locales que, para estos menesteres, tiene la ciudad.





Como recomendaciones:


"Bombas" Bar el Trébol.
   -Bar Ludeña, en la Plaza Magdalena 10.
No dejéis de probar sus exquisitas carcamusas, uno de los platos típicos de Toledo, eso sí, armaros de valor, ya que difícilmente vais a encontrar sitio en su terraza y menos aún en su interior.ç

   -Cervecería El Trébol, en la Calle de Santa Fe 1.
Los restos históricos de una muralla islámica descubierta cuando reformaron y ampliaron el local, ambientan un moderno y concurrido bar de tapas, pulguitas y tostas, donde el clásico de toda la vida sigue siendo la "bomba".

Para tomar una copa:
   -Terraza del Hotel Carlos V, qué mejor y más cercano sitio podíamos elegir para disfrutar de una tranquila copa, mientras disfrutamos de unas espectaculares vistas hacia el Alcázar y la Catedral.
Terraza Hotel Carlos V.


















Sábado 16 de septiembre.


Hoy era el día en el que las motos iban a tener su protagonismo, la ruta iba a discurrir por los Montes de Toledo y el Parque Nacional de Cabañeros,  territorios poco transitados, apenas explotados y escasamente poblados, que han podido conservar una variedad paisajística autóctona de increíble valor. 
No se trate de una ruta que destaque por sus sinuosos trazados y elevadas cumbres, ni en la que vayamos a encontrar pueblos con un gran contenido histórico o artístico, pero sí vamos a disfrutar de carreteras solitarias que se mimetizan entre la vegetación y la orografía del entorno.


Cristo de la Vega.

Abandonamos la Ciudad Imperial por la Puerta de Bisagra, la más importante de la ciudad,
 y girando hacia la izquierda tomamos la Avenida de la Cava Baja, que abandonamos 400 metros más adelante, una casi escondida Ermita del Cristo de la Vega nos espera.

Poco conocida por los turistas, ya que no tiene horario de apertura establecido (la apertura se solicita en una casa anexa), su interior guarda una bonita leyenda que podrás descubrir en el enlace.

Rodamos durante 50 kilómetros casi sin pena ni gloria, hasta la ciudad de Navahermosa; aquí dejamos la insulsa carretera, atravesamos el pueblo y tomamos la TO-3956; la cosa cambia y una estrecha carretera que se mimetiza con el entorno de los Montes de Toledo nos lleva hasta la localidad de Hontanar y desde aquí hasta el cruce de la CM-4157, hacia la derecha el Parque Nacional de Cabañeros, hacia la izquierda lo mismo.
Primera caída.
No sé por qué, no llegué a encontrar la explicación, pero al llegar a este cruce, una vez parado y al ir a iniciar la marcha hacia la izquierda, la moto empezó a inclinarse suavemente, pero sin posibilidad ya de retorno hacia la derecha. Casi sin darnos cuenta estábamos en el suelo; mi primera caída en moto, eso sí, sin ningún rasguño.

Parque Nacional de Cabañeros.
Cogemos la CM-4157 dirección Navas de Estena, una carretera estrecha, quebrada, con un firme en mal estado y pegada a la ladera de la sierra nos lleva hasta el Risco de las Paradas (1174m), una de las mayores elevaciones del Parque Nacional.
Descendemos hacia Navas de Estena, seguimos por la CR-701 hacia Retuerta del Bullaque y aquí tomamos la CM-4057 para atravesar el Parque Nacional de Cabañeros; no hay pérdida, solo hay que limitarse a seguir el color verde del monte bajo que acompaña a la calzada. Parece mentira que lugares así puedan existir en plena Castilla la Mancha, que suele caracterizarse por extensas llanuras. Para los que no hayáis ido nunca será toda una sorpresa.

Llegaba el momento de hacer un alto en el camino para disfrutar de la gastronomía de la zona, el lugar elegido Horcajo de los Montes y concretamente el Restaurante el Molino, a las afueras del pueblo, tanto es así que nos lo pasamos y tuvimos que dar la vuelta en una empinada carretera cuasi pista; parece que a Goyo le había entrado envidia de nuestra caída, pues nada, dicho y hecho; otra caída sin importancia, menos mal que Esther ya se había bajado de la moto, hubiese tenido un bautismo motero total.
En cuanto a lo gastronómico, sitio muy acogedor, decoración exquisita, trato inmejorable y excelente calidad de sus platos; si tengo que poner alguna pega, el servicio resultó un poco lento, pero cuando vas tanta gente, nunca hay tiempo para el aburrimiento.
Restaurante el Molino.
Dejamos atrás el Parque Nacional de Cabañeros y ponemos rumbo a Porzuna por la CM-4106, atrás dejamos el monte bajo, la carretera se retuerce según los tramos y los cambios de desnivel hacen del camino una delicia. La localidad de Alcoba hace de frontera natural con el Parque y ahora empiezan a predominar las fincas y tierras de cultivo a uno y otro lado de la carretera.
Antes de llegar a Porzuna tomamos la CM-403, una carretera recta sin final, dirección Pueblonuevo del Bullaque; nada más pasar el pueblo la carretera se anima un poco, nos estamos acercando al Embalse Torre de Abraham, cómo se nota la sequía, nada que ver con la última ruta que hicimos por esta zona.
En algún lugar de la carretera.
Continuamos dirección Toledo, la carretera no tiene nada de espectacular, tierras de labranza, de pasto y alguna ganadería; atravesamos nuevamente los Montes de Toledo antes de llegar a la localidad de Las Ventas Con Peña Aguilera, localidad en la que destaca la industria de la piel y marroquinería. Conforme vamos dejando atrás los pueblos que nos separan de Toledo, van cayendo los kilómetros, esos kilómetros de relleno que poco aportan a la ruta y máxime cuando son los de regreso.
Vistas desde la carretera del Valle.
Al llegar a la localidad de Argés, la situación cambia, tomamos la carretera TO-3100 para adentrarnos en los cigarrales de Toledo, esas grandes fincas de recreo situadas al sur del rio Tajo y acceder por la carretera del Parador. Simplemente espectacular, una postal inolvidable de Toledo ante nuestros ojos.
Noche de Leyendas.

Finalizada la ruta, una buena opción es contratar una visita guiada por Toledo, hay muchas empresas que se dedican a ello, nosotros optamos por la de "Noche de Leyendas", dos horas en las que un guía te adentra por los lugares más recónditos y desconocidos de la milenaria ciudad, contándote las leyendas que esconden sus rincones.

Después teníamos reservada mesa en La Abadía, difícil que encuentres sitio si antes no has reservado. A los pies de la calle Alfileritos se encuentra este más que conocido local, tanto por los toledanos como por los turistas, con una carta sencilla pero con unos platos bien elaborados y presentados; este local, donde se mezcla lo tradicional con lo moderno, no te dejará indiferente.


Restaurante La Abadía.

Domingo 17 de septiembre.
No nos podíamos despedir de la Ciudad Imperial sin visitar sus dos grandes monumentos, el Alcázar y la Catedral, máxime cuando los domingos la entrada en el Alcázar es gratuita y en la Catedral pasa de costar 10€ a 2,50€.
El hoy llamado oficialmente Museo del Ejército desde el 2010, se enclava en lo que hasta ese año era el Alcázar de Toledo; este edificio que fue destruido casi totalmente en el año 1936, ha vuelto a ser mermado por su fachada que da a la Plaza de Zocodover, con una construcción demasiado moderna. 
Fachada que guarda la esencia del Alcazar de Toledo.
Despacho del Coronel Moscardó.
Si ya conocías el interior, te costará reconocer el nuevo Alcázar, tan solo el despacho del Coronel Moscardó guarda la esencia del pasado, el Patio de Armas sigue más o menos igual, pero han desaparecido los sótanos del Alcázar, donde antes se podían visitar los  aljibes, el horno de pan con la motocicleta que molía el trigo, los catres, los paritorios, y otros detalles de las estancias donde se vivió el asedio durante la Guerra Civil.

El siguiente punto a visitar, la Catedral, todo una pena el no recordar que la entrada los domingos era a partir de las 14,00 horas, así que solo pudimos contemplar el exterior de una de las catedrales más bellas del mundo y con toda seguridad la construcción más impresionante de Toledo.
Es de una belleza inigualable, tanto de día como iluminada de noche, y aunque el acceso a su interior sea mediante el pago de una entrada, merece la pena acceder a su interior, no es cuestión de creencias, simplemente te impresionará, te emocionará.
Catedral de Toledo.
Todo un pecado que el que visita Toledo por primera vez no se puede permitir, así que si alguna vez te ocurre, la penitencia está clara, deberás volver a Toledo a visitar esta maravilla del gótico español terminada en la época de los Reyes Católicos, símbolo del futuro poder español que se avecinaba y todo un manifiesto de poder católico en la multicultural Toledo de la época.
Otro lugar que no podía faltar para tener una de las mejores vistas de la Ciudad de las Tres Culturas es el Mirador del Valle, situado en la carretera del Valle, carretera de circunvalación que une los dos grandes puentes de la ciudad, el de Alcántara y San Martín,  mostrará ante tus ojos una perfecta imagen del casco antiguo de la ciudad, quizás una de las mejores estampas que te llevarás de la ciudad.
Mirador del Valle.
Otra visita obligada es acercarse al Parador de Toledo, si tienes suerte, podrás encontrar una mesa libre en su terraza para tomarte un café o una cerveza; como aperitivo, las vistas de la ciudad, no te hará falta más.
Terraza del Parador de Toledo.
Y para finalizar, no nos podíamos despedirnos de Toledo sin inmortalizar nuestra paso por la Ciudad Imperial, delante de la majestuosa e histórica puerta que durante siglos ha dado la bienvenida a todo aquel que ha querido visitar la ciudad, la Puerta de Bisagra.
Al fondo la Puerta de Bisagra.

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